Nuestro instituto tiene un marcado carácter familiar. Está inspirado por la familia cristiana, fundamentalmente la vida de familia intratrinitaria y la familia de Nazaret. Este carácter deja su marca en la comunidad como un todo y en sus partes. Toda la comunidad es una gran familia conformada por familias más pequeñas.

El origen de nuestra familia está en la paternidad del Dios vivo, que nos eligió en Cristo Jesús para ser sus hijos, nos une en el Espíritu Santo y nos guía como un Padre y pastor en una historia sagrada.

Por nuestra pertenencia a la familia, tenemos a nuestro fundador como un padre, y reconocemos la paternidad de aquellos que gobiernan en el nombre del Instituto. Esta pertenencia nos permite dirigirnos a la Virgen como nuestra Madre y Educadora. Como hijos de esta familia, somos hermanos los unos de los otros. El Santuario de Sión es nuestro hogar espiritual y el lugar donde se educa un verdadero espíritu familiar.

En profunda solidaridad los unos en, con y para los otros, nos esforzamos por alcanzar el ideal de ser una comunidad de tareas, de vida y de corazones; en este camino, nos volvemos santuarios vivos para los demás, construidos con piedras vivas unidas por el poder del amor.

El amor fraternal nos impele a ser leales y respetuosos con cada uno, lo que significa tomar iniciativa por mostrar confianza y pedir perdón. Esto se expresa en los brazos extendidos para acoger, en un servicio abnegado y en una corresponsabilidad vigilante. El amor familiar no revela las debilidades y errores de los hermanos a personas externas a la comunidad; él conforma una atmósfera de alegría. Nuestra vida comunitaria se desarrolla por medio de un espíritu de oración y sacrificio, y de la constante disponibilidad para educar y ser educado.

Construyendo nuestra comunidad como una familia de Dios, queremos hacer un aporte importante a la realización del ideal de la nueva comunidad en la familia natural, en la Iglesia y en la sociedad.